domingo, 29 de agosto de 2010

"Hermosos sombreros, fuentes de éxito"

Historia de lucha. La artesana de 37 años tuvo que dejar el colegio para ayudar a su familia. Juana Solano Chávez desde los 12 años teje hermosos sombreros de paja toquilla en su natal Catacaos, Piura. Nunca imaginó que terminaría exponiendo y abriendo mercado para su arte en Washington, Estados Unidos.

Los delgados dedos que Juana Solano Chávez posee son la mejor herencia que su madre le pudo haber legado antes de morir. Cada dedo se mueve desde los 12 años en perfecta coordinación con los demás hasta crear hermosos sombreros de paja toquilla. Sombreros tan piuranos y tan naturales como la propia Juana.

Su destino estuvo trazado desde su nacimiento. Nació en Catacaos, capital de artesanos, hace 37 años, y desde entonces lleva en la sangre el popular arte norteño. Pero no siempre fue fácil. Como todo artista, tuvo que practicar innumerables veces para dejar de ser un diamante en bruto y alcanzar la perfección.

Aún recuerda con nostalgia el primer sombrero que sus dedos tejieron. “Demasiado grande, demasiado tosco, y sin ninguna forma, pero mi madre me dijo que alguien me lo tendría que comprar”. Y efectivamente, después de pasearlo por varias horas en la plaza de la ciudad un hombre se lo compró a S/.5.00.

Fue lo primero que ganó como artesana. En esa época, en su casa había mucha necesidad, tanta que tuvo que dejar el colegio a los 12 años para, al lado de su madre, aprender el bello arte del tejido de sombreros. No se siente mal, porque sabe que aprendió algo mucho más grande.

Juana se casó a los 19 años con un joven músico de 23. Dejó la casa de sus padres, pero no su entrañable Catacaos. Siguió tejiendo sus cada vez más finos sombreros, y él tocaba con su banda de amigos cuando la oportunidad se presentaba. Para esa época, cada uno de sus sombreros se vendía en no menos de S/. 70.

Los hijos empezaron a llegar y con ellos las obligaciones de madre. Tuvo que dejar de producir sus sombreros por tres años, pero al cumplir los 25 y con varias necesidades económicas encima volvió a tejer sus hermosos y tradicionales sombreros, pero esta vez con la ayuda de su esposo.

Los años pasaron y las oportunidades llegaron. “En el 2004 entre las artesanas de la zona decidimos agruparnos, éramos 34 y al ver el ejemplo de otras asociaciones a las que les iba muy bien, nos animamos y fundamos la Asociación Virgen del Pilar”, relata.

El poder de la unión
Afirma que en un inicio las cosas no iban bien. No tenían mercado, ni una organización sólida. Juana cuenta que en una charla de capacitación conoció a representantes de la Fundación Romero. Desde ese momento su arte y el de sus compañeras adquirieron otra dimensión.

Juana pudo viajar a la feria “Exhibe Perú 2008” que organizó la citada entidad en Lima y solo en la primera semana vendió todo lo que llevó. La acogida fue tal que tuvo que pedirle a su esposo que envíe más artesanías. Juana aprendió que cada uno de sus sombreros valía más de S/.120.00.

Desde ese contacto con la capital, Juana no dejó de participar en cuanta feria se presentaba. La belleza de sus sombreros era apreciada por todos, y en diciembre de 2009 ganó el concurso del “Sombrero Fino” que organizó la municipalidad de su ciudad. No lo pudo creer, había ganado un viaje a Washington para exponer su preciado trabajo.

Los sombreros de Juana se internacionalizaron. Vendió los 30 que llevó, pero esta vez a no menos de US$ 120 cada uno. “Nunca imaginé que la artesanía peruana fuese tan querida por allá”. Pero Juana sigue humilde, pues la hermosura de sus sombreros sería apreciada en cualquier parte del mundo.

La historia de Juana es una exitosa historia empresarial que nos muestra cuán importante es usar nuestra creatividad (cualidad muy desarrollada en el peruano) para sacar adelante un negocio demostrando así que no existe obstáculo alguno que nos impida alcanzar nuestros propósitos.

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